Posted by : Unknown lunes, 18 de octubre de 2010

Enrique Ubieta Gómez, licenciado en Filosofía y ensayista es conocido dentro y fuera de Cuba por sus agudos análisis sobre los conflictos que en el plano de las ideas tienen lugar hoy en el mundo, definidos como guerras culturales.
“En esta guerra, ideológica también, se está discutiendo dos caminos para la humanidad, uno capitalista y otro alternativo, puede ponérsele el nombre se quiera, pero definitivamente no capitalista o anti capitalista, para el cual no hay modelos” insiste Ubieta.
En este plano, subraya, “uno de los primeros objetivos de una guerra cultural es el concepto de memoria histórica. Para redirigir el curso de una nación o de un proceso es imprescindible dominar los códigos de la memoria histórica de esa nación o grupo objetivo, porque la memoria es lo que determina, en primer lugar, la identidad.
 Por eso en una guerra cultural es importante el dominio de ese aspecto de una colectividad determinada.
Cuba es uno de los escenarios donde con más claridad se aprecia ese enfrentamiento, acentuado, después de la Caída del Muro del Berlín. “Toda revolución tiene la necesidad de sustentarse en una determinada tradición histórica y la Cubana no ha sido la excepción”, afirma.
Este enfrentamiento se expresa -explica- en cómo la contrarrevolución trata de construirse su propia tradición histórica apelando a las figuras liberales del pasado, anteponiéndolas a los héroes revolucionarios. Así en España se publicó por ejemplo, una antología de pensadoras liberales cubanos que iniciaba con Arango y Parreño y Saco y concluía con personajes como Carlos Alberto Montaner.  
Ubieta también dirige de la publicación La calle del medio”, la cual sin rebasar todavía los tres años de vida, ya está dejando una huella en el espectro mediático doméstico; precisamente por su mirada creativa a los restos culturales y políticos que enfrenta la sociedad cubana actual.
Por eso teniéndolo en frente no podía dejar pasar la oportunidad de abordarlo con algunas interrogantes…   

Ubieta, escucharlo hablar de guerras cultuales me recordó que hace poco El Nuevo Herald presentó los 35 años de la primera banda de bandidos en el Escambary como una épica gesta contra el castrismo.  Luego publicaron la noticia de la apertura en Miami de un establecimiento que ofrecía como atracción principal “café a tres centavos”, como era La Habana de los años 50. ¿Qué comentario le merecen estos dos ejemplos?
 “Ambos forman parte de ese intento de reconstrucción de la historia y de reacomodo de la memoria  que es muy característico de una ciudad como Miami.
“Estamos hablando de una población que en diferentes etapas de la historia abandonó Cuba y se llevo “su país”, “su memoria” hasta ese punto determinado. En ese afán en Miami, que es también un museo de la nostalgia, o más bien un gran bar de la nostalgia, a diferencia de Berlín. En Miami están todos esos pedazos sin que se logre armar algo coherente. Y por supuesto hay una prensa que intenta ordenar eso a pesar de todo.
“Te hablo de la recuperación emocional de lo que fue el esplendor. Recuerdo cuando se conmemoró un aniversario de la tienda El Encanto, el Herald publicó una serie de reportajes con fotos y entrevistas a personas que trabajaron allí, presentándola como una de las tiendas más importantes del mundo en aquella época. Como un establecimiento al cual concurrían las estrellas de Hollywood y los aristócratas europeos a comprar sus ropas. Entonces eso funciona en la memoria de la personas que vivieron esa etapa y trata de modelar la memoria de los jóvenes que no vivieron ese pasado y a quienes no se les habla de la miseria que rodeaba a tiendas como esa.
“Esta la reconstrucción de la historia de los años 50 y de la figura de Batista. En los últimos años y meses se ha visto una ofensiva por recuperar la figura de Batista que implica contar los acontecimientos de una manera diferente, en la cual han participado intelectuales jóvenes con cierto reconocimiento  y formados en Cuba, te hablo por ejemplo de Rafael Rojas o Emilio Ichicawa.
“Por eso digo que no hay dos Cuba (Cuba y Miami) existe Cuba y existen un espejo donde se refleja Cuba que es Miami. Pero como en todo espejo se refleja una realidad a la inversa. Por eso puedes encontrar en Miami un monumento a los mercenarios de  Bahía de Cochinos, o sea todo el lenguaje está al revés”.

Como lector de La Calle del Medio, la veo como un importante espacio de debate, no solo sobre temas globales sino también sobre asuntos que preocupan al cubano contemporáneo. En medio de esas guerras culturales a las que hacía referencia: ¿Cómo se ha construido la revista en ese propósito?
“La Calle del medio es una revista que intenta debatir los valores de la sociedad cubana desde la cocina hasta los deportes. Haciéndolo  de una manera cercana a la población en general: al ama de casa, al trabajador manual o intelectual, a todos los sectores”.

Eso se expresa incluso en el diseño y la visualidad de la revista...
“Desde luego tratamos de que sea atractiva, que atrape al lector desde todo punto de vista.
“Tratamos de poner y darle al lector lo que él más aprecia o le gusta  pero también tratamos de “moverle el piso”, mínimamente. 
“En los temas de arte, o la televisión, por ejemplo, no nos interesa si los actores actúan mal o no, ese no es el punto, sino el contenido que hay detrás. Porque cuando una ama de casa ve un telenovela rara vez se detiene a comentar: qué buena actuación, sino que aquel traicionó a la otra etc.
Eso que ella está comentando es lo que nos interesa llevar a discusión socialmente en la revista. Por eso decimos que es también una revista cultural, pero no solo para artistas o intelectuales, que aborda ese concepto de lucha cultural 
“Cuando sale cada número se la doy en mi cuadra al carnicero, al bodeguero, en fin a los personajes del barrio. Algunos me dicen: me encanta la revista porque no habla de política y la revista es política de punta a cabo.
“Pero si logramos que alguno de esos personajes tenga que buscar argumentos, pensar, algo que no hace habitualmente, para defender su posición y su manera de ver las cosas ante ese “movimiento de su piso”, ya con eso estoy complacido; aunque después se reafirme en lo que piensa. Al menos lo obligué a pensar y con eso ya estoy satisfecho”.

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